domingo, 20 de diciembre de 2009

Japón: normas, normas, normas...

Siempre tengo la sensación, cuando estoy en Japón, de que estoy haciendo algo mal.

Incluso cuando voy por la calle tengo la sensación de que estoy mirando a la gente de manera poco educada. O que estoy manteniendo la mirada más de lo que es aceptable, o que no ando ni a la velocidad apropiada ni siguiendo el trayecto adecuado. Lo mismo me pasa cuando estoy en el metro sentado, o cuando hago cola para entrar. ¿Estaré en la cola que me corresponde? ¿No me habré pasado a la cola de “solo mujeres”? ¿O en alguna otra nueva que no conozca?

Y para qué hablar de cuando me muevo por el transporte público con equipaje de un lado para otro, impidiendo que entren más pasajeros debido al tamaño de mi mochila o molestando a la gente en las escaleras.

Nadie se queja ni me lanza miradas de desaprobación, pero yo lo siento en mí. Quizás esto esté solo en mi cabeza, pero no puedo evitarlo. Incluso después de haberme recorrido el país de arriba a abajo y haberlo visitado innumerable número de veces. Puede ser que me haya leído demasiados libros o artículos de los modales en Japón y yo lo esté exagerando todo, pero lo que está claro es que si el río suena es porque agua lleva, ¿no?


Está claro que siendo un occidental la cosa se suaviza. No se espera de ti que te sepas comportar como uno más. De hecho en algunas situaciones cuando demuestras que te sabes algunas de sus costumbres te conviertes en el centro de atención y te sientes un poco como el niño pequeño que sabe hacer monerías y los padres y sus amigos le dicen “¡Muy bieeeeeen!” y “ ¡Qué mono!”.

Son tantas cosas para recordar. Que si no puedo beber antes que el resto de comensales. No puedo clavar los palillos en el arroz porque es de mala educación y recuerda a un funeral, con lo que me apetece a veces. No debo, bajo ningún concepto, sonarme la nariz en público. Olvídate de ponerte a beber sin asegurarte de que el resto de invitados tengan sus vasos llenos.


Cuidado con coger la comida del plato común con el extremo de los palillos que te llevas a la boca. Descálzate al entrar en una casa, restaurante, hotel…


Nada de móviles en el transporte público. Si no estás de acuerdo con lo que dicen tus amig@s japonés@s te callas y asientes como si lo estuvieses. Di todos los “sumimaseeeeen” (lo siento) que puedas, aunque nada de lo que haya pasado sea culpa tuya. Y bla, bla, bla…

¿Será que a los que nos apasiona Japón tendremos necesidad de seguir muchas normas? ¿Seremos un poco borregos? ¿Nos gustará la sensación que se siente al salir de Japón y volver a experimentar la carencia de normas?...